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Deuteronomio 28:11-12
Hubo un tiempo de mi vida en que no tenía ninguna de las bendiciones mencionadas en Deuteronomio 28. La religión intentó explicarme la ausencia de esas bendiciones en mi vida, argumentando que Dios se las prometió sólo a la nación de Israel, no a mí. Pero descubrí que en Gálatas 3:29, se afirma que todo lo que Dios le prometió a Abraham, ahora le pertenece a los gentiles a través de Cristo Jesús: «Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa». No dudaba que estas bendiciones fueran legalmente mías. Y la única pregunta que surgía en mí: ¿Cómo puedo apoderarme de ellas? Cuando escudriñé la Palabra, encontré la respuesta. Para disfrutar las bendiciones de Abraham, yo debía vivir conforme a la misma clase de fe que él. Hoy, al igual que en los días de Abraham, la fe abre la puerta a las promesas de Dios. Para mí, ¡ésas son buenas nuevas! No obstante, no todos lo entienden de esa manera. Algunas personas desean recibir las bendiciones sin vivir por fe. Pero les guste o no, así no funcionan las cosas. “Bien -dirá usted-. ¡Desearía que fuera así de sencillo!”. En realidad, no debería desearlo. Dios no estableció el sistema de fe y oración con el propósito de que todo fuera más difícil para usted. Él lo creó porque Satanás y sus huestes siempre intentan robar nuestras bendiciones. El sistema de Dios se diseñó con el fin de evitar que ellos hurten nuestra herencia. Las promesas del Señor le pertenecen. Éstas se encuentran guardadas con llave en la casa de los tesoros espirituales del Todopoderoso. Para acceder a ellas, es importante que invierta el tiempo necesario para aprender el procedimiento. Debe estudiar la Palabra y descubrir cuáles son Sus caminos. Era tanta mi disposición y el afán de poseer esas promesas que eso era todo lo que me interesaba en aquel entonces, pero no era suficiente. Estaba tan desesperado por aprender acerca de la fe que me encerré en mi garaje con algunas cintas de los mensajes de Kenneth E. Hagin, referentes a nuestra herencia en Cristo Jesús. Permanecí allí escuchando las prédicas hora tras hora, y cada vez quería más y más de la Palabra. Me siento de la misma manera hoy, anhelo más y más de ella. No me importa qué suceda en el mundo, continuaré arraigado a la Palabra. Ella me sacó de deudas, sanó a mis hijos. Me ha ayudado a salir de todo lo que ha sobrevenido a mi vida… y hará lo mismo por usted. Daniel 5-6; Salmos 119:25-49 Jehová me hace sobreabundar en bienes, en el fruto de mi vientre, en el fruto de mi bestia, y en el fruto de mi tierra. Prestaré a muchas naciones, y no pediré prestado (Deuteronomio 28:11-12).
Scripture Study: Isaías 48:15-19
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